Los sentidos del malecón jarocho

*La voz, color y sabor se mimetizan con los silbatos y el estruendo de contenedores cayendo sobre los buques cargueros que entran y salen del viejo puerto

Víctor M. Toriz

Veracruz, Ver.- Las baldosas humedecidas por la brisa y el salitre de la bahía veracruzana parecen espejos empañados, reflejando las nubes que son arrastradas por el viento que sopla constante en el paseo del malecón de Veracruz.

La imagen del suelo se repite y prolonga hasta donde alcanza la vista, pero ni el imponente sol que de primer momento nubla la vista de blanco con la claridad impide que los demás sentidos llamen la atención de los visitantes.

El ruido de las marimbas, las arpas y jaranas, las bocinas de los autobuses turísticos convertidos en tranvías con sones jarochos o reggaetón, junto con el acento porteño de los jarochos ofreciendo sus artesanías se escuchan en un mismo ritmo, sin necesidad de partituras.

Los sonidos se mimetizan con los silbatos y el estruendo de contenedores cayendo sobre los buques cargueros que entran y salen del viejo puerto, pero que desde ese punto se ven tan cercanos como los niños corriendo con sus avioncitos de unicel.

En medio del bullicio las formas y colores parecen tener sonido propio. Los collares de caracoles, conchas de mar, chaquiras y piedras cuelgan sobre los puestos del mercadito de artesanías que da la bienvenida a los visitantes, moviéndose con el vaivén del viento que los hace golpear entre sí.

Mandíbulas óseas de tiburones, barquitos de madera de todos los tamaños, chanclas decoradas con lentejuelas o piedritas, así como playeras y llaveritos con inscripciones de frases jarochas son otras de las mercancías que se pueden ver en donde los artesanos ofrecen sus productos.

El aroma en el malecón de Veracruz también llama a la vista. Por las mañanas el olor del café que se desprende de los restaurantes centenarios ubicados al rededor se mezcla con el aroma del salitre que se impregna en la piel lo mismo que en los viejos edificios de la zona.

El azul del mar que golpea contra la plancha de concreto es el color que da la tonalidad al paseo del malecón, pero no es el único; rojo, blanco, amarillo, violeta, verde y marrón pintan los frascos de los triciclos de quienes venden los raspados y las tradicionales glorias, un manjar de hielo triturado con miel de grosella, leche condensada, plátano triturado, canela y, en algunos casos, galletas suavicremas.

Las nieves de jobo, nanche, limón, guanábana, vainilla y coco se suman a los colores y sabores que se pueden sentir en el paseo del malecón, ofrecidas por mujeres y hombres que sin importar el tono de piel le llamarán “güero” a quien se acerque.

Las formas de las palmeras que rodean el antiguo edificio del Banco de México, las estatuas y monumentos para recordar caudillos o momentos históricos de Veracruz distribuidos a lo largo del paseo del malecón, un edificio blanco que resguarda el Faro de Venustiano Carranza, los jardines en donde se pueden tocar los viejos cañones de guerra y ametralladoras son las formas que dan contraste al paseo del malecón.

La multitud de personas con diversos rasgos apreciando los barcos anclados en los muelles, el imponente mar, los sabores, aromas, sonidos y formas alrededor, hacen del malecón de Veracruz el sitio turístico más representativo de la ciudad.

 

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